Anxietas|¿Somnnum?




 La luz… La luz que brilla. Centellea. Rápido. Lento. Rápido. Lento. Rápido.

Intentas controlar tu respiración. Inhalas… exhalas…inhalas… exhalas… mientras encojes tu cuerpo contra la última pared de tu habitación. 

Todo ruido se desvanece. Sólo hay un silencio tan denso e insoportable que poco a poco comprime todo a su paso. Comprime tu abdomen, tu pecho, tu cráneo. En cuestión de segundos te aplastará por completo.

Cierras los ojos con fuerza. Quieres cerrarlos para siempre. Eso dice tu rostro. Nunca más sentir esto. Pero sabes que su arribo es inevitable.

La noche cruje. La sientes dentro de ti. Sientes cómo con cada segundo avanza al compás de tus latidos.

Ya no puedes hacerte más pequeño. No hay rincón más allá de donde estás. No hay hacia dónde mirar. No hay otra voz que no sea la tuya propia repicando cacofonías estrepitosas dentro de tu cabeza. Aun así, intentas acallarla en un último grito y…nada. 

Despiertas sudando. Arrancas a dentelladas el aire que te fue negado. Abres tus ojos cuan grandes son y miras en derredor. No hay nada. Nada que no hubiese antes. Arrastrando los pasos logras llegar al baño para enjuagar tu cara; el agua y tus lágrimas sólo se distinguen por su sabor. “Otra vez”, dices en un sollozo casi agónico, al tiempo que inclinas tu cabeza. “Maldita sea. ¿Cuándo acabarán?”. Una a una las gotas recorren desde el ceño angustiado hasta la punta de tu nariz para después morir en el lavabo blanco. Lentamente cierras los ojos como quien implora una plegaria y te preguntas hace cuánto empezaron. Sin que lo desees tus manos comienzan a temblar; bebes un vaso con agua, pero tus movimientos son tan erráticos que el agua desborda por la comisura de tus labios y el vaso acaba por vaciarse. Das un profundo suspiro y usas tu mano para limpiar tu boca Un momento. Te petrificas. La confusión de tu mirada estática se refleja en el gran espejo del baño. Algo cruje, pero tú no te mueves. Digo algo por no decir que tú crujes, que yo crujo. Tus manos comienzan a cerrarse, tanto, tan fuerte que rompes el vaso. El vidrio estalla y una gota de sangre nace de entre las capas de tu piel cortada. Un hormigueo comienza a invadir tu interior, buscas alejarlo pero solo consigues arrancar un mechón de cabello tras otro. Desorientado, logras abrir la puerta del baño y es entonces cuando ves la luz… la luz que brilla… centellea…  

Autor: Iván Zayas Hernández




Comentarios

  1. Breve imagen de la muerte o algo parecido, quizá lo más terrible sea esa sensibilidad aislada, abandonada, solipsista, sin interlocutor. Si puede resultar terrorífico. :-)

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    1. Gracias Manuel. Si la soledad puede resultar algo terrible, cuando el sentimiento es de abandono. Gracias por leernos.

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