La Planchada


“Los años arrugan nuestra piel

pero la falta de entusiasmo

arruga nuestra alma"

                                                                                                                    

Sócrates


Pasaron los quince días, el mes... Y Joaquín no regresó, tampoco contestó las cartas, menos las llamadas telefónicas. Los rumores y cuchicheos circularon por los pasillos del hospital.
Un día, Eulalia, alcanzó a escuchar el comentario donde referían que su prometido había renunciado y no iba a regresar. Al oír esto, se paralizó, sintió que el corazón se detuvo, una sensación escalofriante la invadió y salió huyendo del lugar.
Ella solicitó vacaciones, porque cada mañana le daba horror tener que trabajar y le provocaba un llanto incontrolable.
Los pacientes atendidos por Eulalia a mediados del siglo pasado, la recordaban caminando erguida por los pasillos del hospital con su uniforme blanco impecable, siempre alegre, amaba su trabajo.  Desde niña le gustaba ayudar a los demás. Al crecer, no dudó cuando decidió ser enfermera.
Sus compañeras decían que tenía la tez apiñonada, ojos aceitunados. Lo que cautivaba era su sonrisa con dientes alineados. Nunca pasaba desapercibida. Con manos delicadas, siempre oliendo a jabón, los enfermos atendidos por ella, las sentían cálidas.
Tiempo más tarde, llegó a trabajar un médico que venía de provincia con el fin de realizar su posgrado.
El nuevo galeno de nombre Joaquín quedó asombrado por su belleza y carácter.  Por lo que no dudó conquistarla con: flores, regalos, cenas y serenatas. Eulalia cedió a este cortejo y formalizaron el noviazgo.
Con el corazón enamorado, ella realizaba dobles turnos para estar conviviendo con el amado.  Vivía satisfecha con su trabajo y la relación que cada día sentía fortalecer.
Terminó Joaquín su tiempo de posgrado. Con el título de cirujano fue contratado en el hospital.
Al mes, le dijo a Eulalia que tenía que ir a provincia por unos papeles y era necesaria su presencia para ese trámite, mismo que duraría no más de quince días, mientras tanto, ella se quedaría realizando los preparativos de la boda.
II
Otros pacientes, recordaron que Eulalia caminaba con su uniforme blanco sin arrugas, producía un chasquido al friccionar la tela almidonada. Pero, algo pasó, porque después de cierto tiempo, su sonrisa se oscureció, el brillo en los ojos se veló. Siempre estaba malhumorada y de su boca solo salían insolencias. Los pacientes solicitaban no ser atendidos por ella.
Por los malos tratos hacia ellos y con las compañeras de trabajo, las jefas decidieron cambiar a Eulalia a las áreas administrativas, donde no tuviera contacto con enfermos.
No se precisa en qué momento se empezó a deteriorar la salud de Eulalia, fue a tal grado que la hospitalizaron en el mismo lugar de trabajo.
Empeoró con rapidez. En el lecho de muerte sintió como sus compañeras la atendieron con indulgencia. Ella, estaba arrepentida de todo el odio que dejó que la invadiera y aniquilara su alma.
En su lecho de muerte pidió tener otra oportunidad para enmendar errores. ¡Demasiado tarde!
Murió Eulalia. A su entierro asistió gente muy cercana.
III
Al otro día del deceso, ya era de madrugada cuando oyeron el chasquido al caminar, de una mujer vestida con uniforme blanco, solo la vieron de espalda al salir del pabellón de pacientes graves. Corrieron las enfermeras de turno para revisar a cada enfermo y la sorpresa fue que todos estaban contentos por haber sido atendidos por la enfermera Eulalia, mujer de voz suave, manos oliendo a jabón y sus ojos aceitunados que miraban con amor.
Desde entonces han percibido a Eulalia en el hospital.
Si oyes que la han visto o eres atendido en la madrugada por la enfermera con su uniforme impecable… 
¡No tengas miedo!
Es Eulalia “La Planchada" sin arrugas en el alma.
Autora: Eva Monroy





Comentarios

  1. Felicidades hermanita, que sigan los éxitos en lo que más te apasiona como escritora, estamos muy orgullosos de ti, abrazos y bendiciones 😘

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. En el taller compartimos este orgullo que mencionas hacia Eva Monroy. Gracias por leernos.

      Borrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Zumbido en el vacío

Prioridades