Otra noche más

     


    ¡Buenas noches niñas!¡Vayan a dormir!¡Sueñen con su angelito! 

Sabe que a la mayoría de los niños les da tranquilidad que les digan eso, a ella no. Nada más escuchar las típicas palabras de su mamá sabe que no hay vuelta atrás. Su cuerpo tembló. Le espera otra noche más de terror de sentirse sola ante su peor miedo. 

Lleva tiempo sintiendo y observando cosas que la tienen atemorizada; la televisión se prende y se apaga sola, alguien juega con las luces de la casa, escucha ruidos en la concina sin que nadie esté y en la familia tienen explicaciones contundentes para cada evento extraño, nadie parece darle importancia.

No le agrada quedarse sola. Si todos salen, abre la puerta del departamento y ahí se sienta a jugar, con la esperanza de que el tiempo pase más rápido. Una vez recurrió a una cruz de madera de su papá, por cierto, muy efectiva, le imploró la pronta llegada de su mamá a la casa y se lo concedió. 

Por las noches tarda en conciliar el sueño y una vez que lo logra se ve interrumpido por los sucesos extraños que la aterrorizan.

Esta noche no es la excepción. Un ruido dentro de la habitación la despierta de golpe. Abre sus ojos a la oscuridad. Su corazón late aceleradamente, sus respiraciones son profundas y ruidosas. Sin moverse un ápice de su cama, espera. Agudiza sus sentidos y repasa la habitación con cautela.  En alerta de cualquier indicio amenazador.

La luz de la luna se filtra por la ventana, recae en el baúl de los tesoros a los pies de su cama, donde dejó su conejo de felpa favorito la última vez, éste ya no esta a la derecha, se volvió a mover y ahora se encuentra del lado opuesto.

El frio en la habitación se hace más evidente, comienza a titiritar, sabe lo que viene.

Se cubre la cabeza con él edredón y sacude desesperadamente a su hermana mayor, duerme profundamente a su lado. Ella no reacciona. ¿Qué pasa? ¡¿Por qué no despiertas?!¡Despierta!¡Despiertaaa! La patea una y otra vez, nada, no hay respuesta. 

Siente como algo se recarga en su cama. Empieza a sentir presión en la cobija, la jalan con fuerza. Y ella se opone terminantemente a descubrirse. 

“¡Por favor, por favor, vete!¡Vete!” ruega en su interior aterrada, apretando sus ojos y sus manos. Siente la influencia tan fuerte que ejerce sobre ella. Creando una sensación de miedo, desesperanza y tristeza como jamás ha sentido, dónde nada vale la pena. 

No sabe cuánto tiempo lleva así, escuchando el fuerte golpe de su corazón.  Agotada, abre sus ojos, continúa tapada hasta la cabeza. Ya no le jalan las cobijas. Su hermana sigue dormida a su lado. Todo está en absoluto silencio. Espera un rato atenta, nada. Decide destaparse. Con cautela asoma sus ojos, y lo que ve la descoloca por completo. Entre niebla, una figura oscura y sin forma se encuentra a lado de su cama.

Paralizada, conteniendo la respiración, con los ojos tan abiertos del impacto escucha murmurar dos voces que dicen lo mismo, una susurra tétricamente y la otra se escucha como una niña, las dos dejan un eco.  Su mano alargada señala detrás de ella. Su armario rechina. Lentamente la puerta se abre.

La voz le indica hacia dónde tiene que ir. Su cabeza niega, se rehúsa. Sin control su cuerpo se dirige al armario. Lágrimas bañan su rostro. Muda obedece a su cruel verdugo.. 

En ese instante sus ojos se encuentran con la cruz de madera en la pared. La toma con fuerza. Una vez dentro escucha el crujir del armario al cerrarse. 

Autor: Isis Mendoza




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