Mariana salió de la oficina con los sentimientos hechos un nudo, le avisaron que su tía había recaído por una antigua afección pulmonar, su jefe le llamó la atención por no incluir una factura en el reporte mensual, y Manuel le canceló por tercera vez la cita que tenían. Cruzó la calle que separaba la empresa de un parque. Había llovido, el frío y la humedad, hacía más deprimente su ánimo maltrecho, en vez de caminar por la acera hasta la esquina para tomar su transporte, como lo hacía normalmente, decidió cruzar el parque, caminaba sin prisa, casi arrastrando los pies. Recorrió el sendero con bancas de hierro en las márgenes, hasta llegar a una pequeña rotonda. Recostado junto a un árbol la miró pasar, cuando ella avanzó unos metros, se puso de pie y la siguió a cierta distancia, hasta que se sentó en una de las bancas, sacó un libro y comenzó a leer, unos minutos después sonó su celular, al momento de contestar levanto la vista y descubrió a su observador:
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