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Mostrando las entradas de noviembre, 2022

Cita semanal

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  Desde la ventana observo cómo se le enfría el café, lo mueve con parsimonia. Desde aquí me doy cuenta de su mal humor. Cuando está de así, sé que la tristeza lo carcome, pero no puede hacer nada. Quisiera platicar con él… o tal vez solo recostar mi cabeza en su pecho y escuchar su corazón. Los hombres siempre tienen ese caparazón tan duro, que le impide hablar de su dolor, de lo que los lastima. Primero debieran, quizá, decir lo que sienten algo. En las mesas vecinas hay conversaciones amenas, como aquella pareja del fondo; debe tener muchos años juntos, se nota la complicidad en sus miradas, sus manos se rozan aun sin pensarlo, como si sus cuerpos se conocieran de hace mucho. No es común que las parejas añejas se toquen en público, en este caso no parece importarles. Las chicas de la mesa cercana son estudiantes, no prestan atención al mundo, pero lo llenan de energía. Él, Darío, rumia su pensamiento; desde diez minutos espero que se percate de mi presencia. Lo quiero sorprend
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  En el pleno del Cuhthuluceno. Al filo de la postrimería. Olivia Morales Pavling.     El camino de la crítica se halla, quizá, en el último tramo de su breve historia. Esta mañana de septiembre ya no bastan los criterios. El arte posiblemente terminó. Su fin llegó con una existencia hermética, a la que llamaremos de dicha forma solo por la carencia conceptual que experimentamos ante la súbita prontitud de los hechos. Contrario a lo que puedan sostener algunos colegas del Instituto de Investigaciones Estéticas, que se afirman ostentadores de una interpretación fehaciente y científica del hecho, pienso firmemente que es nuestra responsabilidad académica agachar humildemente la cabeza de cara a la circunstancia y a la sociedad con la que nos hemos presentado como una autoridad epistémica. Tampoco entendemos. Sepamos, por lo menos, antes de afrentar con la vida el destino sórdido e inesperado que conlleva aquello que deambula gustoso por la ciudad, que hemos llegado a observar

Incómoda dependencia

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  No recuerdo para qué quería deshacerme de ti. Me acostumbré. Al principio me asfixiabas; pero no dije nada. Pensé que sería algo pasajero: no duraríamos ni tres meses juntos, sin embargo, compartimos el mismo espacio por en casi tres años. El resto de mis relaciones sentimentales habían durado menos. Recibí gozosa la gran noticia de nuestra separación, es opcional si deseamos continuar. Aunque; agradezco tu protección, tu empeño al permanecer juntos en todo momento, el que fueras capaz de adecuarte a mi personalidad, es más hasta a mi estado de ánimo en cada etapa que sorteamos. Sin embargo, decido abandonarte, en cuanto escuché que era posible, te tome entre mis manos y te arroje al cesto de basura, espero sea un hasta nunca, querido tapabocas.  Rosa Martha Jasso
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No supo de dónde vino, una carta llegó a sus manos por la ventana abierta de su dormitorio. “Te espero en el bosque de las luciérnagas, donde nos enamoramos”. Arlina reconoció la letra, era de Jacobo quien la plantó en el altar el día de su boda y en cinco años no supo nada de él. Decidió no volverse a enamorar, dejó correr los mejores años de su juventud, sumida en un enojo crónico; solo ansiaba una explicación sobre lo ocurrido ese día, pues no se sentía merecedora de algo tan ruin. Arlina caminó en la noche por el bosque frío, brumoso, hasta que llegó a la zona de las luciérnagas. Nerviosa, lo esperaba con el puño bien cerrado para darle en la cara si no le satisfacía la explicación. Por fin apareció Jacobo quien le dijo: “No me odies, sufrí un accidente en el auto esa mañana, extravié el celular y mi identificación, permanecí sin conciencia todo este tiempo hasta que un día te pude recordar. No soy el que amaste, pero cásate conmigo”. Jacobo había perdido una pierna, una cicatr