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Mostrando las entradas de octubre, 2022

Morir de amor

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                                                              ─Lamento decirte que los estudios ratificaron mi diagnóstico. Tienes cáncer… La mirada de Francisco se quedó en el vacío. Las palabras que había pronunciado el doctor tuvieron en él un efecto anestésico. Los segundos comenzaron a correr sin que pudiera articular una frase, mientras el galeno observaba solidario. Por experiencia sabía el trauma que para el paciente significaba recibir una noticia de ese tamaño. ─¿Y qué sigue, ya me voy a morir? ─preguntó finalmente Francisco. ─No, intentaremos vencer al tumor, pero para eso es necesario que te cuides y sigas al pie de la letra el tratamiento. Vienen una serie de análisis, quimioterapias y un proceso que será largo y desgastante, pero necesario. El característico brillo de sus ojos se trastocó en un par de luces grises y opacas. No obstante, hizo acopio de fuerza para apuntar con el optimismo del que siempre había hecho gala: ─No se preocupe doctor, no me quier

Otro cielo

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El día que te vayas, va a caerse un trozo de cielo. Su caída resonará únicamente para nosotros y sólo el eco nos ayudará a encontrarlo. Así será. Cuando lleguemos no habrá nadie a su alrededor, ni siquiera se habrán percatado de que algo está a la mitad de la acera. Nos miraremos a los ojos y después lo miraremos. Le quitaremos el polvo de encima y le pasaremos un trapo húmedo para que brille un poquito, lo mínimo para que se vea presentable. Con mucho esfuerzo subiremos con él a un camión o a un carro, llegaremos a la casa y quitaremos todo lo que hay en la mesa de la cocina. Al diablo con el salero, las especias, las figuritas y el florero viejo. Ahí se quedará unos días en lo que nos acostumbramos. Yo lo miraré y lo tocaré de a poco, quizás me dé cuenta de que está frío o que es áspero, pero a pesar de todo ahí se quedará, apacible. Al noveno día de tu partida cada quién sentirá una extraña pulsión por hacer algo con el trozo de cielo. En estos momentos creo saber qué haré. Co

¡Cuac!

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  Revisar mi agenda todas las mañanas es parte de la rutina. Se terminó el mes, fue demasiado rápido o al menos tenía esa impresión. Tenía varios pendientes y esperaba cumplirlos todos, eran demasiados. Pensarlo me agobiaba, era mejor entrar en acción. Hice mi ejercicio, baño de agua fría y caliente, meditación, desayuno según la dieta del día dejé ordenada la casa, nada a profundidad solo lo que tiré, algunas llamadas telefónicas, ver las noticias del día, darle de comer al perro, sacarlo para el baño… En el parque dejé libre a Merlín, olfatear todo era su pasatiempo. Mi mirada lo cuidaba y al mismo tiempo recorría toda el área. Un columpio llamó mi atención. Se mecía con gran fuerza, adelante y atrás, adelante y atrás, daba la impresión de que se iba a voltear. Mis pies apresuraron el paso, era una niña como de 6 años, con una sonrisa de oreja a oreja, lucía algo despeinada y un poco roja. En cuanto me vio, grito: “¡QUIERO LLEGAR MAS ALTO!” ─¡Ten cuidado, te puedes caer! ─res

Somos Pasado

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                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    No hay nada que                               ocupe más espacio                             que tu ausencia. Elvira Sastre Elena no puede conciliar el sueño. En la cama, con la luz apagada, realiza varios movimientos: vuelta a la derecha... boca arriba; luego piensa: “¿Cómo conciliarlo?”. No se le olvida la plática previa, le queda claro que ya no hay más que agregar, porque los verbos están agotados, los adjetivos anulados y las palabras, ya no hay palabras porque enmudecieron. Su corazón se resiste a que Andrés sea parte de su pasado, aunque su ausencia tiene mucho tiempo. La confunde sentirlo en el presente, aún percibe su perfume y cada cosa de este espacio que mira y to

Que nadie sepa mi sufrir

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  Sentada en una silla de plástico; mientras espera su turno, lo mira y no halla el hilo de las cosas. Su mente apagada le quita vitalidad. En el laberinto de su cabeza existen puertas, túneles, deseos, sueños. En un lugar de ese laberinto se observa sentada alrededor de una mesa de madera. A su lado, mujeres jóvenes que fuman y charlan animadas. Es temprano y el lugar se va llenando; aún no es media noche. Se acerca el que parece encargado de las chicas. Con palabras vagas, les indica que hoy es un buen día, que no se emborrachen, pero que hay que solicitar tragos, “ah, y no salgan con ningún fulano, esto no es putero, es un antro decente para bailar”. Se dibujan sonrisas incrédulas. Había querido escapar de casa en otras ocasiones, pero no tenía idea de dónde ir. Se queja de su padre: “estoy harta de sus celos, me espanta a todos mis pretendientes”. Al regreso de un día de compras por su cumpleaños, Marisol se encuentra con una fiesta sorpresa, organizada por su padre. Lo abr