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Mostrando las entradas de agosto, 2022

¿Cuál es la falla?

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Doña Constanza bajó con esfuerzo del camión, un muchacho le ayudó con las bolsas. Las rodillas le impedían moverse con agilidad, aun sin movimiento le dolían todo el tiempo. Se preguntaba cómo estaría, si no caminara a diario en las mañanas, de su casa, a su primer trabajo. Tardaba una hora. Ese era su ejercicio y su ahorro. Suspiró al ver sus bolsas en el suelo, le faltaba caminar diez cuadras más para llegar a casa. Se irguió tratando de sacudir el cansancio y el ardor en su espalda. La friega había estado buena en el horario de la tarde, tocó lavar los tres baños y todos los ventanales de la planta baja, pero se sentía satisfecha, terminó a tiempo. Su sabroso caldo de patitas con huacal, y sus taquitos de salsa de chile árbol la esperaban, le chillaban las tripas de imaginárselo. Ese sería su premio.             Diría con orgullo, ¿o rencor?, no estaba segura, que todo lo que tiene le ha costado. Venir a este mundo cobró la vida a su madre y el desprecio de su padre y hermanos may
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  (…) Líbrame, oh Dios, de la deuda de sangre, Dios de mi salvación, y aclamará mi lengua tu justicia (…) Salmo 50 Es una noche de nubarrones, las calles lodosas de la antigua capital azteca conocen tan solo la luz natural y la que sale de las viviendas españolas asentadas hace cosa de un siglo. En un confesionario del convento de San Francisco, el más grande de toda la América, que alberga en sus treinta mil metros cuadrados: hospital, celdas donde habitan los monjes, cementerio, convento, huerta y atrio, la tenue luz de la luna distingue las sombras de dos hombres: uno tiembla y otro aguarda impasible, una confesión que no llega. II De Don Juan Manuel de Solórzano, maduro y adinerado caballero en su quinta década, de estatura elevada, pálida fisonomía, espesa barba negra y ojos centelleantes, pequeños y hundidos, tan arrogante como su fortuna lo dispensa, se cuentan mil historias: que es virtuoso y arrojado y valiente y devoto y fiel cristiano; pero también y, sobre tod

La Maleta

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Mirna revisa que en la maleta no falte nada para su viaje, coteja en su libretita, ya con pocas hojas por escribir.  Cada vez que se acuerda vuelve a revisar los pendientes que tiene, sobresale lo escrito en tinta roja Dorita. Siente que no puede viajar hasta que su sobrina esté casada.  Verifica la lista de pretendientes. Empieza tachando cuatro nombres, de los cinco disponibles, sólo se queda con aquel escrito con letras mayúsculas.  Marca el número de teléfono anotado a un lado del nombre. ─ Diga, ¿con quién quiere hablar? ─ Buenas tardes, soy la enfermera Mirna, me comunica con el Sr. Javier, por favor. Hay un silencio del otro lado, después se escucha una respiración profunda que dice: ─ Falleció la semana pasada. ─ Lamento mucho su partida, reciba por favor mi pésame, que en paz descanse. Cuelga, abre su libretita y borra al último prospecto. No pierde tiempo, escribe rápido como si llevara prisa: ¿Y si nos casamos? Al fin que esta ciudad está permitido casars

Manual para una gata

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    Maúlla a todo pulmón por las noches, ¡Oh, trágica ninfa bigotona! Cuando la casa esté en mutismo total inicia tu ópera felina: eres Isolda desde el sofá, Mimí en la parte más alta de tu rascadera, Tosca en la puerta del baño, Carmen en tus notas más graves. Trepa a la parte más elevada de la casa- el librero- asegúrate de saltar a tiempo, justo en la parte climática de la desgarradora aria, para que tú, ¡inmejorable diva peluda! No seas aplastada por los libros que caen durante el apoteósico gran finale. Acuéstate sobre la cara de los humanos, para que contemplen ¡Oh simples mortales! la majestuosidad de su propio vacío, la inminencia de la muerte, la recreación de la oscuridad primigenia y al mismo creador. Después de todo… se sabe que Dios es un gato jugando con nuestro planeta, cual bola de estambre y cuando se recuesta para dormir sobre ella, su panzota negra es nuestra noche. Asómate desde una litera para qu