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Mostrando las entradas de septiembre, 2022

Compromisos

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Paulino hoy regresa a la ciudad, tiene vacaciones en la maestría; acordó con su pareja, Paulette, que se encontrarían en el aeropuerto; ahora le correspondió a ella rentar una Airbnb. Tuvieron suerte: coincidieron ambos periodos vacacionales. Todo está listo para pasarla bien; hace dos meses que no se ven, la extraña; además está intrigado porque le dijo que tiene una sorpresa. Estas siempre son agradables: unas veces lo espera con la cena a la luz de las velas, con algún atuendo atrevido; en otras organiza un encuentro con amigos mutuos. Ambos disfrutan sus encuentros y su soltería. Sin embargo, esta vez al abrir la puerta, lo primero que ve es un letrero enorme: FELICIDADES, PAPÁ. No le da tiempo a que asimile la idea. Paulette comienza el discurso que se nota ya tenía preparado: “Es tiempo de echar raíces, no podemos seguir de aquí para allá; cada vez resulta más difícil coincidir, los compromisos nos agobian, ¿no crees? Además, Julián nos necesita juntos y estables”. Paulino

El mirón de la ventana

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Un amanecer como todos, excepto cuando irrumpes mis actividades monótonas: estirarme, abrir la ventana para que, entre aire y sol, recargar mi cabeza en la almohada, posición cómoda para recibir los rayos del sol sobre mis piernas descubiertas; quieto, discreto te acercas a mi ventana, justo cuando te miro: ¡huyes!   ¡Corro a saludarte! ahí estás hermoso, elegante, con tu porte tan seguro, altivo, enigmático, atractivo, un imán para mí, simple soñadora que tiene los sentidos del oído, vista exacerbados. En cuanto te siento cerca, corro a admirarte, me embelesas.   Quizá me estoy enamorando…   Llevamos varios días filtreándonos: vienes, llamas mi atención, te hago caso, corro, me asomo y… ¡te vas!   Ya me estoy desesperando: ¡decídete o somos amigos o ya no me distraigas!   He intentado escucharte y no voltear, ignorarte.   Un suspiro profundo sale de mí, tan solo al escribir de ti.   Ya son varios días que me emociono y no quiero salir herida de esta nueva relación. Sé

Dos minutos para la medianoche

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El edificio residencial luce destruido. Donde antes había ventanas, hoy aparecen lúgubres huecos de inquietantes fondos negros. Tubos retorcidos se observan por todas partes. Miles de fragmentos yacen por el piso mientras pequeños rescoldos crepitan sin cesar. Decenas de cadáveres conforman una mortuoria alfombra que se extiende por el campo de batalla, al tiempo que un cementerio de otrora lujosos autos ahora convertidos en chatarra carbonizada y sin cristales, coronan el dantesco espectáculo. La imagen es brutal. Al ver aquel cuadro, Alfredo deja correr una lágrima por su rostro moreno. Él había imaginado un futuro luminoso y próspero, pero la realidad lo abofeteó sin clemencia y trastocó su paraíso por este infierno. En qué momento, reflexionó, decidió dejar su natal San Fernando en Tamaulipas para viajar al otro lado del mundo. No pudo dejar de escuchar la voz llena de angustia de su madre que le suplicaba que no se fuera porque ni siquiera sabía el idioma de ese país al

Chupón azul

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Todos escuchamos el llanto de Emiliano, mientras Marisol de rodillas, buscaba algo en el piso. ─¿La puedo ayudar? ─dijo la enfermera malencarada del turno de la noche. ─No encuentro el chupón, uno azul, su favorito. ─Señora, no está bien que el niño use chupete.  ─Tan solo tiene nueve meses, lo necesita para sentirse un poco como si estuviera en su casa. No se duerme sin él. La enfermera no respondió. Marisol se fue resignada con un dolor en el pecho como si le hubieran encajado una daga. Por las noches no acompañaba a su pequeño, pues al ser hospital público estaba prohibido que los papás durmieran ahí, pero si algo le doliera a Emiliano, no encontraría el consuelo de los brazos maternos. Después de darle un beso en la frente, resignada se despidió de mí a quien también me habían pedido abandonar la sala y dejar descansar a mi hijo que estaba internado por un tumor en la rodilla. Marisol caminaba por el pasillo oscuro, mirando de reojo uno a uno cada cubículo con unos seis niños. Era