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Mostrando las entradas de abril, 2022

El Difunto

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  Dejé de llorar cuando te enterré. “Hijita ya no le llores más al difunto”, el papá rogaba a Fanny. Al cumplir tres años de casada con Alfonso, confirmó con mucha tristeza que cada día se alejaba más: llegaba tarde con excusas para no estar con ella, hubo días en que no llegó a dormir. Fanny no se detenía en reclamos, él se justificaba diciendo que para no pelear prefería irse a un hotel. Asolada, pasaba largas horas de insomnio. Lloraba todo el tiempo, incluso perdió dos tallas. Unos días antes de su aniversario, comprando fruta en el mercado, una conocida la saludó:  ─ ¡Qué bonita te veías el sábado en el bar! Se nota cómo te ama tu esposo, es muy cariñoso.  En ese momento confirmó sus sospechas. Se armó de coraje y enfrentó a Alfonso. Al verse descubierto, sin más tomó todas sus cosas y se fue. Después de muchos días, ella dejó de llorar al recordar las palabras de la abuela Docha: “Cuando un hombre se va de tu vida, hijita te convierte en viuda. Si regresa al paso del tiempo, es p

El cisne incomprendido

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  Llevo más de media hora escondida en el baño, apenas me asomo sin que nadie me vea, observo de reojo a los invitados, ya están de pie, esperando con ansias el momento de saltar a la pista, disfrutar la música en vivo del conjunto en turno. Por fin se escuchan los primeros acordes de “ Amor, amor, amor, quiero que me vuelvan a mirar tus ojos …” Los novios abren pista y en unos cuantos minutos no cabe nadie más, todos amontonados, pero felices, luciendo sus mejores pasos, todos excepto yo.        Sé que no puedo permanecer toda la noche tras los muros, me escondo hasta de mi pareja, no me gusta bailar y menos con él. Pensar en el baile, me produce de inmediato una excesiva sudoración, palpitaciones a mil por hora, un intenso temblor en piernas y manos. “ Amor, amor, amor, quiero volver a besar tus labios rojos …”   Observo a los bailarines en movimiento, las caderas contonearse sincronizadas, en armonía, con complicidad. Vuelvo a la mesa, ahora por fortuna vacía , intento pasar desap

¡A volar la imaginación!

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  Si nunca sueñas con volar, nunca te despertarás con alas. Natalie Kendall   ¡Hoy es un gran día para volar, seguro esta vez sí lo logro! Me levanto rápido de la cama en cuanto escucho que el Pancho se pone a cantar.   Me pongo las botas contra el agua, los lentes que me dio la Carmela y el chaleco del mickey. Salgo volando, pero mamá me atrapa en la cocina. —¿A dónde capitán? No se ha tomado la bebida para ser fuerte.   ̶ Me agarra del hombro y me sienta en la mesa. Observo la leche pantanosa que se mueve en la licuadora, primero es blanca, luego amarilla y al último café, me va a obligar a tomarlo. ¡Guácala! Pero si no lo hago no podré salir a jugar, y tengo una misión. ̶ ¡Listo, hasta el fondo!   ̶ Dice mi mami, mientras me sirve en el vaso verde que se pone morado, ¡guau! Aun no entiendo cómo lo hace. Cuento rápido y chupo el popote sin parar. ̶ ¡Ya!   ̶ le digo, mientras le muestro la lengua Me voy corriendo al patio, la panza me suena, parece que me comí

Ira

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  La ira es como el fuego; no se puede apagar sino al primer chispazo. Después es tarde. Giovanni Papini      En mi familia la pasábamos muy bien juntos, nos divertíamos. Por las mañanas, antes de irse, mi papá nos decía que era importante no hacer enojar a mamá porque estaba enferma y que si la hacíamos disgustar o sea, hacíamos algo que a ella no le gustara , se sentiría mal; así que procurábamos obedecerla. Yo soy el más chico, y no entendía a qué se refería, pero no quería que mi mamá se sintiera mal porque cuando a mí me duele la panza es feo. Un día, pasó algo horrible, mi hermana Lulú me explicó que eso era lo que sucedía cuando mamá se enfermaba: la cara se le ponía roja, respiraba mal y después lloraba mucho por lo que había hecho. También me dijo que no le preguntara nada, ni le recordara. Ese día Aurelio, tuvo que lavar tres veces el garaje porque mamá insistía en que estaba sucio. Yo, la verdad, lo veía limpio, pero ella gritaba tan fuerte que me quedé callado;

Mientras la tierra baila (La justicia de la nación)

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La sociedad de nuestro poblado en un instante se ve fracturada, el sismo que recién ocurrió nos deja en completo caos y desamparo. En este momento todos somos damnificados: sin casa ni prendas para resguardarse de la noche. La indigencia es absoluta. La comunidad se hermana y todos somos iguales.      No hay que esperar para ver emerger a Carla; ella, sus hermanos y mi familia formamos un primer grupo, organizándonos entre conocidos y no tan conocidos, dispuestos a estar bien para integrar a otros y salvar el día.      El poblado se torna inseguro, pero se prenden fuegos y la soledad se apaga. Aún existe el riesgo de que la tierra entre en movimiento y cause mayores males; lo que lleva a resguardarse entre los escombros de lo que fueran nuestras casas. Las caras pálidas no ocultan el pánico.      Recorremos las avenidas con el corazón al sobresalto, tenemos la esperanza de que vengan a socorrernos, ver especialistas con sus equipos para damnificados. Pero nuestra esperanza se azo

Niño sicario

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  ¿Sabes qué traigo aquí? ─ le preguntó el joven flaco y desgarbado que lo miraba con insistencia. Ambos iban sentados uno enfrente del otro en esas filas largas de asientos de un vagón del metro semivacío que se enfilaba hacia la estación Martín Carrera. Rubén entendió que se dirigía a él porque vio su movimiento de labios y esos dos ojos que parecían pequeñas canicas negras lo miraban fijamente.   Con una mueca de fastidio y sin prisa alguna se quitó los audífonos que traía puestos y a su vez cuestionó: ─ ¿Qué? El adolescente, cuyo rostro moreno y aniñado denotaba que aún no alcanzaba la mayoría de edad, agitó de nuevo esa caja que llevaba en su par de grandes y huesudas manos. Por el sonido hueco pero pesado que se produjo al bambolearla, Rubén intentó mentalmente imaginar qué había ahí adentro. Pero no tuvo tiempo para mayores cavilaciones, pues su joven vecino de viaje lo cuestionó de nuevo. ¿Sabes qué traigo aquí?, ─ inquirió con malicia, y esta vez de inmediato re