El Difunto

 


Dejé de llorar

cuando te enterré.


“Hijita ya no le llores más al difunto”, el papá rogaba a Fanny.

Al cumplir tres años de casada con Alfonso, confirmó con mucha tristeza que cada día se alejaba más: llegaba tarde con excusas para no estar con ella, hubo días en que no llegó a dormir.

Fanny no se detenía en reclamos, él se justificaba diciendo que para no pelear prefería irse a un hotel.

Asolada, pasaba largas horas de insomnio. Lloraba todo el tiempo, incluso perdió dos tallas.

Unos días antes de su aniversario, comprando fruta en el mercado, una conocida la saludó: 

─ ¡Qué bonita te veías el sábado en el bar! Se nota cómo te ama tu esposo, es muy cariñoso. 

En ese momento confirmó sus sospechas.

Se armó de coraje y enfrentó a Alfonso. Al verse descubierto, sin más tomó todas sus cosas y se fue.

Después de muchos días, ella dejó de llorar al recordar las palabras de la abuela Docha: “Cuando un hombre se va de tu vida, hijita te convierte en viuda.

Si regresa al paso del tiempo, es por arrepentimiento o remordimiento. Muchas veces, enfermos vienen para que los cuides. 

Nunca hay que invocarlos porque los muertos regresan. 

Pero un hombre que regresa, no lo aceptes en tu vida. Porque vivir con el muerto es soportar sus hedores".


Eva Monroy Ojeda



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