Zumbido en el vacío
Escribo para no morir. Después de colocar el punto a este párrafo final, Alberto vuelve a tener los fugaces destellos que le borran los pensamientos. Segundos después, le deja en blanco la memoria.
Años
guardando y reteniendo cada detalle y momentos vividos. Se resistió por mucho
tiempo en dejar la evidencia escrita, porque estaba consciente que tendría vida
y tiempo para hacerlo.
Espera
unos instantes, quiere tomar el hilo conductor de la escritura, tiene la
sensación de tener la pluma en la mano. Se imagina el punto donde quedó el
escrito e intenta continuar...
Todo
está confuso, escribir le cuesta trabajo, apela al recuerdo, pero el Bzzzz,
bzzzz en el ambiente no lo deja concentrar.
Hace
un año su médico le había manifestado de que no suspendiera sus medicamentos
porque tenía un alto riesgo para eventos vasculares como el que estaba
viviendo. Recuerda de una manera fugaz
esta advertencia, pero decidió no hacer caso, porque decía “que nada le iba a
pasar”
Cierra
los ojos para volver a recordar cada párrafo ya escrito. Está consciente que la
historia que está escribiendo aún no termina. Se esfuerza, trata de
concentrarse y solo escucha el zumbido sobre su cabeza, que es repetitivo y le
provoca náusea.
Continúa
aferrado a la pluma, la presiona fuerte contra el papel, cree sentir dolor en
los dedos pulgar e índice derecho, a pesar de esta sensación intenta escribir,
pero su mente ahora ya está deshabitada como nunca lo había estado. Por lo que
busca con desesperación en la memoria una, solo una letra, una sílaba o un
párrafo que le conecte con la historia.
¡Nada!
sólo está el vacío. Entreabre los ojos y vuelve a cerrarlos, ahora los aprieta con
fuerza, le provoca un dolor agudo sobre los párpados y los globos oculares, que
se irradia hacia la parte posterior de su cabeza, es como una puñalada.
El sentir desaparece a la apertura ocular.
Cuántas
veces estuvo sentado en este escritorio con la intención de escribir lo
importante y también lo banal que al paso del tiempo fue almacenando en la
mente, pero, siempre hubo otra actividad que para él era más importante. Por lo
que confiaba que existiría “el después" e interrumpía ese acto de la
escritura.
Ahora,
desesperado, diaforético y con la respiración muy agitada, intenta recordar.
Alberto
no entiende lo qué está pasando. Lo único que quiere es continuar y escribir
esta historia, su historia.
Cierra
los ojos e insiste en seguir escribiendo. El zumbido permanece.
Las
moscas se multiplicaron, las ve más grandes, aún con los ojos cerrados. Busca
la memoria, ya está vaciada.
Exhala
y la fetidez invade todo su ser.
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Eva Monroy Ojeda |
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