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Mostrando las entradas de enero, 2023

EL GALÁN

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  Tenía un pensamiento al salir de la Polar: ver a Lucy, una linda mujercita de familia. La misa de una había terminado, vimos pasar a algunos parroquianos. La gente tiene algo peculiar después de los oficios, sería exagerado hablar de auras, aunque tal vez se sientan tan reconfortados que lo crean y ese efecto mental en algo se refleja en sus rostros. Dos días antes mi amigo Rodolfo me había invitado con su tío Marti a una reunión. Alto y gordo, rondaba los treinta, nosotros tendríamos dieciocho. Recién iniciaba la carrera y me urgía ganar dinero. Gracias a que su tío trabajaba de prefecto en una secundaria y yo pretendía dar clases, acepté la idea de la fiesta, donde me presentaría al director para solicitarle una oportunidad. El ciclo escolar había terminado ese día y lo festejarían los maestros, lo cual prometía baile y quizá unos tragos gratis. Vestí mis mejores galas: pantalones de pana y camisa a cuadros. Al llegar a la fiesta creí que nos habíamos equivocado: la mayoría and

CAMPEONA

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  No sé cómo puede vivir quien no lleve a flor de alma los recuerdos de su niñez. Miguel de Unamuno Corrimos al encuentro del fotógrafo, yo iba de la mano de papá. Se saludaron con una sonrisa, al mismo tiempo que él le arrebató al fotógrafo la corona que llevaba en su mano, después la colocó en mi cabeza. Lo miró y agregó: ¡Por favor!,  tome la foto a mi campeona. Hacía mucho calor, mis manos sudorosas sujetaban una cuerda y en mi frente escurría el sudor, entonces mi papá se acercó para secar mi frente con su pañuelo de tela perfumado y me habló al oído: Hijita, corre decidida, tú vas a ganar.  Tengo pocos recuerdos de niña. Están presentes aquellos que disfruté con mi papá. Mis hijos dicen que es porque tengo memoria selectiva; puede ser cierto, en la memoria han quedado los que marcaron mi vida. Tenía seis años cuando mi papá y yo nos dirigimos a la competencia, lo escuchaba en silencio tomada de su mano.  Antes de llegar a nuestro destino me entregó una barra de chocolate y dijo:

Abrir los ojos

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       " Sexo: lo que sucede en diez minutos es algo que excede a todo el vocabulario de Shakespeare". Robert Louis Stevenson Marta tiene los ojos cerrados, trata de no pensar mientras acaricia con cariño la espalda de su compañero, sabe que eso le agrada, se empeña en gemidos, suspiros y palabras cariñosas. Sabe que eso le favorece para que ese momento termine pronto. En realidad, lo único que ella desea es recargarse en su pecho, mientras platican un rato. Después, ella, una vez que lo sienta dormido, se volteará y pasará la noche en vilo, tratando de dilucidar qué sucedió, preguntándose porque no puede sentir placer; sus amigas bromean sobre los orgasmos, algunas presumen de sus fuentes. Investigó y también quisiera experimentar un orgasmo, aunque no sea húmedo, quisiera sentir… Ella sabe que para él es importante: me encanta verte excitada , no necesito más para estarlo yo también. Marta le sonríe y besa su mejilla con cariño. Quiere gozar del sexo como disfruta el res

Esperanza

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Los rescatistas ya peinaros la zona sin éxito. Llevas tres días sin noticias alentadoras. ¿Te enconchas y tapas tus oídos cuando surgen los cuestionamientos de "Por qué no vas? Si todos los familiares se encuentran ahí".      Siendo tan distintos, tu mujer y tú han logrado un equilibrio en su relación. Respetas y aceptas sus ganas de conocer el mundo, de hacer grandes expediciones en grupo; mientras reposas en casa junto a un libro de historia o viendo los documentales que ella te recomienda. Ahora que no está a tu lado, te preguntas si no debiste hacerle más énfasis en los riesgos de subir por lugares empinados e inseguros.      Tú jamás has experimentado el peligro. Todo debe ser confiable: Trabajo, familia, amigos, pequeñas diversiones que no te expongan de forma alguna, pero no entiendes tu vida sin ella, su alegría te llena, tu serenidad la reconforta, así que decides ir a buscarla. La mujer con la cual has compartido más de una década se ha extraviado en una montaña

Carnalitos de leche

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  Querido amigo, esta es la última carta que le dirijo; mi hígado no da para más y, luego de mirar estas letras, seguro el suyo se retorcerá igual o peor. Cuando leo sus contestaciones siento náuseas y como que me urge encomendar mi alma al altísimo una hora antes y dos después. Perdí la cuenta de las llamadas telefónicas; la última, recordará, nos mentamos la madre. Usted y yo somos más que amigos, somos hermanos, “carnalitos de leche…” Pero eso lo sabe de sobra, pa´qué le sigo. Se acordará en cuántas hemos estado, de las que salimos, en las que nos metieron y hasta en las que nos inmiscuimos sin que nos llamaran. Como con aquellas fulanas que decían conocernos, solo para que les invitásemos del aguardiente adulterado que yo traía, pero que no les queríamos convidar, hasta luego de un rato que les empezamos a distinguir sus gracias y nos la llevamos al río. Las muy desgraciadas nos dejaron en “purititos” cueros y tumbados de alcohol; ah, pinches viejas. Acuérdese que nos dio harta mui