Abrir los ojos
"Sexo: lo que sucede en diez minutos es algo que excede a todo el vocabulario de Shakespeare".
Robert Louis Stevenson
Marta tiene los ojos
cerrados, trata de no pensar mientras acaricia con cariño la espalda de su compañero,
sabe que eso le agrada, se empeña en gemidos, suspiros y palabras cariñosas.
Sabe que eso le favorece para que ese momento termine pronto. En realidad, lo
único que ella desea es recargarse en su pecho, mientras platican un rato.
Después,
ella, una vez que lo sienta dormido, se volteará y pasará la noche en vilo,
tratando de dilucidar qué sucedió, preguntándose porque no puede sentir placer;
sus amigas bromean sobre los orgasmos, algunas presumen de sus fuentes.
Investigó y también quisiera experimentar un orgasmo, aunque no sea húmedo,
quisiera sentir…
Ella sabe que
para él es importante: me encanta verte excitada, no necesito más
para estarlo yo también. Marta le sonríe y besa su mejilla con cariño.
Quiere gozar del sexo como disfruta el resto de la vida con él. Van a cumplir
tres años de casados y lo que más anhela es terminar con esta farsa.
Así que
después de mil y una noches perdidas busca apoyo.
Acude con un
terapeuta, poco a poco descartan motivos: estrés, miedo, ansiedad; consumo de
tabaco, alcohol y drogas; problemas hormonales. Cómo última alternativa
recurren a la hipnosis:
Escucha la
puerta de su cuarto abrirse, contempla un pequeño momento a aquella muñeca de
su adolescencia que aún conserva, escucha unos pasos sigilosos, siente una mano
que la destapa. Las suyas se enfrían mientras el miedo acelera su corazón,
cierra los ojos con fuerza, aprieta su cuerpo hasta que sentir dolor… evita
sentir o pensar. Todo está oscuro, llora, se agita. Después de un momento escucha
con claridad: Martita recuerda que este es nuestro secreto, sabes que si tu
mamá se entera se va a sentir muy triste.
La próxima vez que se recargue en el pecho de su compañero, espera sea la ocasión precisa para hablar.
Carla Cejudo |
Acerca de Carla Cejudo, "Abrir los Ojos", Gestacuentos, 153n32023.
ResponderBorrarMe resulta terribe, y en cierta forma muy presente, encontrar que incluso los momentos más placenteros (o aparentemente placenteros) compartidos, pueden ocultar componentes desconocidos, y que el pleno encuentro, puede ser entendido, o mejor, mal entendido, con distorsiones que, condescendientes o con las mejores intenciones, serán obstáculos al encuentro, así que deberemos asumir esa inquietante posibilidad. :-)