El mirón de la ventana
Un amanecer como todos, excepto cuando irrumpes mis actividades monótonas: estirarme, abrir la ventana para que, entre aire y sol, recargar mi cabeza en la almohada, posición cómoda para recibir los rayos del sol sobre mis piernas descubiertas; quieto, discreto te acercas a mi ventana, justo cuando te miro: ¡huyes!
¡Corro
a saludarte! ahí estás hermoso, elegante, con tu porte tan seguro, altivo, enigmático,
atractivo, un imán para mí, simple soñadora que tiene los sentidos del oído,
vista exacerbados. En cuanto te siento cerca, corro a admirarte, me embelesas.
Quizá
me estoy enamorando…
Llevamos
varios días filtreándonos: vienes, llamas mi atención, te hago caso, corro, me
asomo y… ¡te vas!
Ya
me estoy desesperando: ¡decídete o somos amigos o ya no me distraigas!
He
intentado escucharte y no voltear, ignorarte.
Un
suspiro profundo sale de mí, tan solo al escribir de ti.
Ya
son varios días que me emociono y no quiero salir herida de esta nueva
relación. Sé un día ya no vendrás, justo cuando ya nos vamos poniendo de
acuerdo.
Hoy,
por fin nos miramos frente a frente y ¡no huiste! Logramos la conexión que ambos añoramos.
Ya
somos amigos, eso es mucho para mí, pensé ¡jamás se daría!
Seguiré disfrutando tu canto cada que vengas a mi ventana, en el entendido que nada es para siempre. Quizá estás cuidando tu nido en el gran árbol que está aquí frente a mi ventanal, quizá le cantes a tu amor y no llega. Pero yo soy la más feliz de escucharte todas las veces que vengas y agradezco que me dejes grabarte para alimentar mi alma con tu canto.
Comentarios
Publicar un comentario