La Maleta



Mirna revisa que en la maleta no falte nada para su viaje, coteja en su libretita, ya con pocas hojas por escribir. 
Cada vez que se acuerda vuelve a revisar los pendientes que tiene, sobresale lo escrito en tinta roja Dorita. Siente que no puede viajar hasta que su sobrina esté casada. 
Verifica la lista de pretendientes. Empieza tachando cuatro nombres, de los cinco disponibles, sólo se queda con aquel escrito con letras mayúsculas. 
Marca el número de teléfono anotado a un lado del nombre.
─ Diga, ¿con quién quiere hablar?
─ Buenas tardes, soy la enfermera Mirna, me comunica con el Sr. Javier, por favor.
Hay un silencio del otro lado, después se escucha una respiración profunda que dice:
─ Falleció la semana pasada.
─ Lamento mucho su partida, reciba por favor mi pésame, que en paz descanse.
Cuelga, abre su libretita y borra al último prospecto. No pierde tiempo, escribe rápido como si llevara prisa:
¿Y si nos casamos? Al fin que esta ciudad está permitido casarse con personas del mismo sexo. Es la mejor opción: sería como entre adopción y casamiento. Casarse es mejor porque va el paquete completo. 
Piensa: "En este momento de mi vida, no importa si es mi sobrina y ahijada, lo que importa es que se logre el objetivo... para que se quede con mi pensión y la casa. Más vale gotera que dure..."
En la siguiente hoja escribe y palomea:
- acta de nacimiento de las dos.
- credencial de electoral 
- comprobante de domicilio. 
- costo $ 1,367.00
- llevar testigos (pendiente de confirmar)
Se dirige al escritorio, del cajón saca la carpeta con los documentos, llama a la sobrina para verse en casa y contarle las novedades.
Mirna con el paso del tiempo y por las dolencias de rodillas y cadera que limitan su caminar, bajó el ritmo de sus actividades como administradora del condominio horizontal donde vive, hace ya dos décadas, excepto, cuando lo urgente se hace presente como lo es casar a la sobrina.
Piensa que Dorita es una mujer sola, con cincuenta años, sin un trabajo fijo, es una mujer que queda a la deriva. La única percepción económica que recibe es la ayuda que le da mensual por apoyarla con la administración del condominio y lo que comparte de sus pensiones por trabajar como enfermera por 40 años y la que otorga el gobierno. 

─ Están ya las contrayentes, tienen sus papeles en orden y se casan bajo el régimen de bienes mancomunados. Falta que indiquen los nombres de los testigos ─dijo el juez.
─ Traigo de testigo a mi geriatra, él puede avalar que estoy en perfectas condiciones mentales para realizar la siguiente ceremonia. ─la anciana responde con rapidez.
Salen todos de las oficinas del registro civil. Mirna va contenta con el documento en la mano. 

La sobrina está atareada dando los últimos detalles para festejar a la tía por su onomástico. 
Mirna espera con ilusión este cumpleaños porque es la meta que tiene anotada en la primera hoja de la aquella libretita vieja. 
Para que el festejo tuviera éxito, Dorita recibió por escrito cada detalle: lista de invitados, entre otros; el geriatra que la atiende desde hace quince años es quien encabeza la lista; color del mantel, loza, flores, música, menú y bebida. 
Las indicaciones son llevadas al pie de la letra.
La festejada está feliz después de dar probaditas al suculento almendrado y un traguito al vino blanco espumoso que acompaña el brindis. 
Por último, trae el pastel Dorita, con adornos muy parecidos a su pastel color lila de los quince años y es el mismo color de su vestido nuevo que saco hoy de la maleta para estrenarlo. El pastel lleva en medio tres velitas encendidas con los números: uno, cero, cero mientras los presentes cantan las mañanitas. 
Emocionada y con los ojos anegados, Mirna apaga las velitas y parte su pastel...
sus ojos brillan al ver el relleno de merengue con durazno y nuez que tanto le gusta,
toma solo una cucharadita de la rebanada que le sirvió Dorita. Después, la anciana
le dice a la sobrina muy quedito: ─ Estoy cansada, acompáñame a acostar. Atiende
a los invitados. Voy a preparar mi viaje.
Eva Monroy Ojeda
Dorita la acompaña a su recámara para acostarla. 
─ La maleta ya quedó lista, no queda ningún pendiente, no me quites la ropa que tengo, te pido de favor que me cubras con la cobija porque ya tengo frío… ─cierra los ojos Mirna complacida.
La sobrina al cubrirla deposita un beso en la frente fría y le dice al oído: ─Buen viaje, ¡Gracias por tu amor!




Comentarios

Entradas más populares de este blog

Zumbido en el vacío

Prioridades

Par de Reinas