Otro cielo


El día que te vayas, va a caerse un trozo de cielo. Su caída resonará únicamente para nosotros y sólo el eco nos ayudará a encontrarlo. Así será.

Cuando lleguemos no habrá nadie a su alrededor, ni siquiera se habrán percatado de que algo está a la mitad de la acera. Nos miraremos a los ojos y después lo miraremos. Le quitaremos el polvo de encima y le pasaremos un trapo húmedo para que brille un poquito, lo mínimo para que se vea presentable.

Con mucho esfuerzo subiremos con él a un camión o a un carro, llegaremos a la casa y quitaremos todo lo que hay en la mesa de la cocina. Al diablo con el salero, las especias, las figuritas y el florero viejo. Ahí se quedará unos días en lo que nos acostumbramos. Yo lo miraré y lo tocaré de a poco, quizás me dé cuenta de que está frío o que es áspero, pero a pesar de todo ahí se quedará, apacible.

Al noveno día de tu partida cada quién sentirá una extraña pulsión por hacer algo con el trozo de cielo. En estos momentos creo saber qué haré. Con mucho esfuerzo lo levantaré para ponerlo en una maceta, una grande, rectangular y alargada. Le pondré flores alrededor, todavía no sé cuáles, pero unas que no cueste trabajo contemplar y suspirar al mismo tiempo, quizá también ponga un adorno pequeño, un rehilete o algo parecido. Seguro habrá quien prenda velas. También habrá quien ponga fotografías. Definitivamente, conozco a alguien que ni siquiera se dignará a mirarlo, y mucho menos poner algo alrededor.

Así pasarán los días y cada quién tendrá que inventar nuevas formas de interactuar con el trozo de cielo. Es más, pasarán tantos días que poco a poco se irá agrietando y, a pesar de nuestros esfuerzos, se resquebrajará de tal forma que sólo quedarán unas cuantas piedritas. Podrías creer que eso nos tomaría por sorpresa, pero no es así, lo aceptaremos, tal como su aparición en nuestras vidas.

Cuando eso pase, cada quien tomará la piedrita que le corresponde y sólo esa persona sabrá qué hacer con ella. Yo estoy seguro de querer ponerla en mi repisa, junto al estéreo, donde habrá días en los que se mantendrá silenciosa, casi imperceptible, mientras que otros días vibrará al ritmo de la música.

El tiempo transcurrirá, lento, como siempre, y de vez en vez nos reuniremos en algún lado y cada quién llevará sus piedritas. Habrá algunas más grandes, otras más pequeñas y algunas con más o menos brillo. En el mejor de los casos estas reuniones traerán sonrisas, en el peor, alguien llevará un trapo viejo para desempolvar rencores.

Todo esto sucederá cuando te vayas. Yo lo sé.

Por eso, mientras tanto, aprovecho y miro el cielo.

Iván Zayas


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