Con los cuatro
Sería un día normal. La sorpresa vino con los niños, sus tareas por hacer, la comida retrasada, interrupciones del móvil, la vecina, paquetería, el perro que decidió untarse una mascarilla corporal de lodo y entrar a la casa. Comenzaba a agobiarme.
─Tiiia men, men ¿Me pueles ablil la puelta? Unos ojos
grandes, castaño obscuro y muy expresivos se asomaron por la entrada de la
cocina. Me tomó con su mano y me llevó a la recamará de visitas. Por el resquicio
de la puerta vi una sombra moverse y alcancé a escuchar un ¡sh! callando unas
risas nerviosas.
Abrí la puerta. La niña entró y saltó la voz de su hermana
mayor. ─ ¡No Kya!¡No queremos jugar contigo!
─¡Es cierto Kya! No queremos. ─Contestaron los dos primos saliendo
de su escondite. Pregunté qué pasaba. Contestaron todos a la vez. El tono alto me
irritó. ¡Por Dios como me dolía la cabeza! Debí preguntar a uno por uno y por
separado. Así como lo hacen en los interrogatorios al investigar casos de
asesinatos. Volví a preguntar. Mirando a
la interrogada. Tampoco funcionó. Kya no paraba de interrumpir.
─ ¡No ligas!¡No ligas! ─Le tapó la boca a su hermana.
─ ¡No estamos de acuerdo con lo que hiciste! ─gritó Gael con
la cara roja. Retumbo mi cabeza. Las sienes me punzaban como nunca.
En la sala nos pusimos cómodos. Cederíamos la palabra sin
interrupciones. Kya fue la primera. Su explicación fue: “No quelian jugal
conmigo”, “me lefendí”; acompañada de una actuación con un banco “pegué a Key
aquí “─señaló sus rodillas; Gael apleté dedo, a Zoé le tapé ojos.
─Sí, no me dejó ver el mundo ─replicó la implicada con ojos
molestos y brazos cruzados. Le pedí que no interrumpiera.
La pesquisa siguió su curso. Le pregunté si cree qué lastimo
a alguien ─ No─ respondió rotundamente.
─ ¡Sí, Kya!¡Nos pegaste!¡No se le hace eso a la familia! ─Los
ojos de Gael, se llenaron de lágrimas. ─Entre nosotros nos cuidamos. Por eso no
queremos jugar contigo. No estamos de acuerdo que golpearas a Key. Si a alguien
lastiman, lo protegemos porque nos amamos.
─ Zoé Si alguien nos necesita, lo apoyamos porque somos fa-
mi-lia… ─Comenzaba a enojarse ─Tranquila Kya. ─Continuemos. ─¿Por qué tenías que defenderte?
─ No quelían jugal conmigo.
─ ¿Querías obligarlos a que jugaran contigo?
─Sí…
En los zapatos del resto del grupo la historia coincidió,
todo se había iniciado porque nadie quería el mismo juego que Kya. Al terminar
sus alegatos, algo se liberó junto con mi dolor de cabeza; cada uno se dio cuenta
de lo importante y de lo aprendido. Comenzaron las disculpas y los abrazos
sinceros, sus rostros lo decían todo. La paz no espero más. Me descubrí
confortada y agradecida por la experiencia.
Es momento de continuar.
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Isis Torres |
Me gustó mucho,quiero aprender a hacer mis cuentos
ResponderBorrarPara eso andamos aquí, gracias por leernos.
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