Sígueme

Un fantástico axolotl

 Se hallaba junto al mar
de Galilea, cuando
Jesús le dijo: Sígueme.
 
Evangelio de San Mateo (9:9)







Era el 21 de septiembre de 1629, día de San Mateo, además de la conmemoración del evangelista, esa fecha quedaría marcada como la peor tragedia para la Ciudad de México. Los sobrevivientes nos convertimos en cronistas de los increíbles sucesos.

 

La combinación de esa funesta decisión y una tromba de treinta y seis horas, dejó a nuestra capital bajo el agua, nada menos que ¡Por cinco años!

 

Desolador era el panorama trazado por los cadáveres y objetos flotantes sobre la superficie del agua, debajo de eso: la Atlántida mexicana con sus majestuosas catedrales, hospitales, templos y algo más...

 

Créanme cuando les comparto lo surrealista que fue al principio convivir con especies tan variadas como las carpas, tortugas, ranas y camarones. Después vino la plaga ajolote: los anfibios fueron los primeros colonizadores de la metrópoli hundida. En ese momento no pensamos que lo peor vendría después.

 

Por extraño que parezca, la resignación y la necesidad nos hicieron adaptarnos a la calamidad. Resultaba imposible mudarnos, se habían invertido más de cincuenta millones de pesos en la construcción de la ciudad. Estábamos atrapados.

 

Las terribles noticias, como todo lo demás, llegaban en canoa: desapariciones inexplicables que se presentaban cada vez más cercanas.

 

Mis hermanos y yo acordamos hacer vigilancias por turnos. No estábamos dispuestos, después de perder familia, amigos y vecinos, a sufrir una disminución más. Para que puedan tener una idea de la magnitud de la tragedia, diré que se perdieron 30,000 vidas; tanto en el momento que inició la inundación como en los años siguientes.

 

Velaba yo en esa noche, que era más oscura que otras y lo vi: debió entrar nadando por la ventana de la cocina. El espantoso ser que no se parecía a ninguno que hubiera visto antes, emergió de las aguas y clavó esos terribles ojos en mí.

 

Cuando al día siguiente me despertaron mis hermanos, molestos en parte por lo que creyeron un descuido, no quise explicar que había perdido el conocimiento, así como tampoco hablé del monstruo lacustre. Pero los cambios en mí fueron cada vez más odiosos, todo, a partir de esa perversa mirada que se robó mi voluntad.

 

Para no extender mi relato, omitiré la descripción del terror de ver como se acercaba la noche ante el presentimiento de su llegada; tampoco detallaré mi conducta, que fue empeorando, hasta ese día.

 

El demonio emergió de las aguas una noche, en la fecha exacta que se cumplían los 5 años de la inundación, mientras la ciudad entera dormía. Emitió ese grito terrorífico que se fue haciendo cada vez más comprensible:

—¡Sígueme!

La gutural frecuencia fue un despertador para los influenciados por ese ser. Uno por uno, formando parte de la enorme colonia, le seguimos sin poder ofrecer resistencia por un desagüe secreto que estaba en Pantitlán.

 

Lo que los habitantes de la ciudad supieron a la mañana siguiente fue que las aguas comenzaban a ceder, esto fue un hecho simultáneo a nuestro éxodo, el cual tampoco se había narrado hasta hoy. Después de todo, eso será capítulo de otro evangelio.

 

Nos retiramos a las profundidades, donde esperamos ese día que cada vez está más cercano: el regreso de nuestro mesías axolotl para despertar y repoblar la tierra. Por la magia de una sola palabra suya:

 

–¡Sígueme!


Autor Karla Carrola

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