El monstruo de tu habitación

 


de las puertas del infierno,

libra señor su alma...

 

El tren está por partir ¡Anda vamos, es hora! dice la mujer de angelical voz. Los chasquidos de las ruedas entre las vías presagian la partida. La madrugada se acerca entre arreboles verdes y azules.

De nuevo no tengo boleto Julia, anda tú y disfruta, dijo el viejo de cejas espesas mientras en sus ojos se ausentaba el brillo.

Son más de tres viajes que hago desde que estamos juntos y no sé porque no quieres regresar a verlos José, debes ir, si algo hiciste mal ya te perdonaron, estoy segura, yo lo haría, creo que ella también.

Creo que las reglas no son así, lamentó con prudencia el hombre de sonrisa escueta.

El tren partió, los felices pasajeros detenían sus mandíbulas ante su alegría, imaginaban lágrimas caer de las cuencas vacías, los corazones latían donde una vez yacieron.

En el destino aguardaba Isabel, entre los lirios blancos y la flor de cempasúchil serenada, con gran decoro quitaba las hierbas que atisbaban la morada de sus padres.

Enciende con devoción las veladoras que formaban una cruz en la lápida, coloca cuidadosamente los estambres y la costura que quedó a medias desde hace años. Le da el último toque de sazón al arroz con mole que espera en un plato de barro y acomoda curiosa la corunda calientita que se esconde entre las hojas de plátano. Al destapar el refresco de vainilla, no puede evitar darle un pequeño sorbo.

Sigue siendo delicioso Madre, solo un poquito ¿sí?, dice Isabel mientras paladea el líquido.

 

Acomoda bien las flores Jacinto que a tu nana le gustaran mucho.

Jacinto a su corta edad, solo conoce a su nana a través de los relatos de Isabel, las fotos han servido mucho, pero las historias con los recuerdos son lo más importante.

Si mami, dice el pequeño mientras acomoda las flores naranjas entre los arbustos verdes.

La imagen de la guadalupana adornada con listones y flores coloridas de papel crepe engalana el centro de la morada.

El pequeño pueblo olvidado se viste de luces, con delicadas esperanzas entre la parafina y la cera. Los aromas se confunden entre el copal, el musgo fresco y los alimentos recién preparados, el dolor queda olvidado entre el abrazo de la nostalgia y la esperanza de volverse a sentir, ver, escuchar, aunque sea entre el murmullo del viento fresco que ambienta esta gran noche.

Ahora sí, todo está listo Mamá, esperaremos la hora para cenar juntas, dice con júbilo Isabel mientras se cubre con un jorongo de lana.

¿Mami porque mi tata no acompaña a nana a cenar? Le dice Jacinto con curiosidad.

Hijo hay cosas que simplemente se olvidan para que ya no te hagan daño.

¿Por qué se olvidan Mami?

Porque… porque no hay lugar en los recuerdos para todas las personas o todas las cosas, cuando seas grande lo entenderás, ¿quisieras acordarte de un monstruo que viste bajo tu cama? preguntó a Jacinto.

El pequeño sin dar crédito a la pregunta se sorprendió y movió la cabeza para negar.

Anda ya no preguntes más y pásame los cerillos, que el viento apagó estas veladoras.

─ ¿Y también hace que te lloren los ojos verdad mami? Cuestiona inocente Jacinto mientras le seca la lágrima débil que se le escapa a su madre.

Vamos a rezarle a tu nana y después cenaremos, ya va ser la hora, cálidamente indica Isabel al niño mientras agita el cerillo con el que encendió las veladoras.

Entre cada plegaria del rosario de cuentas negras, Isabel revive las imágenes del monstruo que entraba a su habitación por las noches, sus vellos se erizan mientras repite las jaculatorias.

Dios te salve María... Es la misma plegaria que repetía en su mente mientras se escondía bajo las sábanas.

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Ruega señora por nosotros ...clamaba con los ojos cerrados cuando sentía unas grandes manos recorrer sus piernas de niña.

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Hágase señor tu voluntad, aquí en la tierra... la bestia te hizo sangrar, pero no debes decirle a mamá.

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Casa de oro, torre de marfil, torre de David...la luz se apaga en tu habitación, entre los muñecos de felpa buscas el rostro de él, te escondes bajo la cama, comenzó a oler a alcohol, sabes que ya está aquí.

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Libra Virgen del infierno a quienes rezan tu rosario...el rostro del monstruo aparece...quedito le dices, por favor...ya no Papá.

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En el nombre del padre del hijo... Isabel se santigua y besa fervientemente las cuentas negras del rosario, limpia su rostro con la manga de su suéter.

Anda Jacinto, pásame una corunda vamos a cenar con la nana seguro que ya está aquí, le dice al pequeño quien observa con toda la curiosidad el misticismo del escenario que lo rodea, mientras sostiene el retrato enmarcado de una mujer que sonríe.

 

Del corazón de alguien, que espera al viajero del Mictlán.

Betty Solís


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