Imponderable a medianoche 5.1




─ A las 10 saldrá el camión del muelle. Sabemos que tomará la ruta larga, así que aproximadamente a las 10:30 cruzará la Avenida Rama y nuestro auto lo ubicará en González, a partir de ahí lo seguirá y cuando el camión doble a la izquierda, en Echeverría, entraremos en acción. Una vez que el camión esté en nuestro poder seguiremos la ruta para no levantar sospechas y antes de llegar al cruce entre Echeverría y Baldomero Gil nos desviaremos, el resto lo sabes mejor tú que yo ─dijo Bustamante mientras limpiaba la mugre de sus uñas con un palillo de madera. 

─ ¿Está todo listo? ─inquirió él con seriedad. 

─ Los autos revisados, las armas limpias y los muchachos descansados. Los puntos de vigilancia han sido rectificados y hemos contemplado al menos cuatro posibles cambios de ruta. 

La luz del bar era débil y más que rostros, permitía únicamente alcanzar a definir siluetas, largas sombras que a cada momento tambaleaban sin cesar. 

─ Muy bien ─respondió contundente. Acto seguido, alzó su bebida y la multitud de desconocidos respondieron al unísono con un grito. 

─¡SALUD! ─acabaron sus bebidas y comenzaron a golpear repetidamente sus vasos contra las mesas. 

Al tiempo que en el bar estallaban las risas, las historias y los problemas, del otro lado de la barra chocaban las botellas y se enjuagaban los trapos, era el turno de las meseras para salir veloces a atender a la clientela embravecida por la desconocida celebración. 

Bustamante sonrió con ligera molestia y bebió con lentitud. Sabía lo que su compañero tramaba. Habían estado hablando de asuntos delicados y no era conveniente que alguien los pudiera ubicar. 

─ Vamos, anímate, no me vas a decir que es una mala idea. 

─ Lo que me parece mala idea es llamar la atención. 

─ En eso, mi amigo, estás equivocado. Los reflectores no siempre son un elemento en contra cuando se utilizan de forma adecuada. Hasta ahora no hemos hecho nada malo. ─respondió él con tono de burla. 

Bustamante guardó silencio, bebió de nuevo y se quedó pensativo. Por mucho, esta sería su incursión más temeraria; sabía que el riesgo era alto, pero la recompensa bien valía el esfuerzo. A diferencia suya, su compañero era ya un viejo lobo de mar, llevaba suficiente tiempo en el negocio y había hecho buenos contactos cuando estuvo en prisión, en realidad, de ahí salieron Los Muchachos. 

Todos habían sido seleccionados por el Lobo. Se conocieron cuando él estaba en la cárcel, todos ellos entraron por delitos menores, robos a tiendas y licorerías que habían salido mal, ya sea porque el dependiente sacó un arma más grande o porque no habían corrido lo suficientemente rápido. En fin, “gajes del oficio”, decía aquél. 

Bustamante, en cambio, era conocido de uno de Los Muchachos. Cruzaron caminos por casualidad y retomaron donde habían quedado. Después de tantear el terreno, fue invitado a una noche de póker y ahí se le reveló todo. No sintió miedo cuando se enteró, pues habían sido muy respetuosos con su exposición, no hubo amenazas, ni nada parecido, por el contrario, la civilidad reinó en el ambiente. Fue por eso que aceptó, por eso y porque casi que no tenía nada que perder. Desde pequeño había deseado riquezas, pero con el tiempo se resignó a una cierta comodidad, nada ostentoso. Aceptó que él no era de esos tipos que confrontan y rompen la pared a cabezazos, sino más bien escueto, un poco gris y desdibujado, alguien que inconscientemente había dejado crecer un rencor desconocido en su interior. 

Para ganar algo, decía su abuelo, ganar algo en serio, uno debe estar seguro de que no se arrepentirá de nada. 

Aquella tarde se integró al grupo, con la única petición de no tener que mancharse las manos salvo que fuese expresamente necesario. El Lobo lo aceptó con un discurso sobre la importancia de que el hombre decida emplearse en aquello que implique el mayor beneficio para todos. 

Mientras Bustamante seguía absorto en sus pensamientos, la multitud quedó reducida a unos cuántos solitarios. El Lobo, visiblemente ebrio, le solicitó a la mesera la cuenta. 

─Buenas noches ─dijo un hombre que sin previo aviso se despedía, pasó a su lado y palmeó con camaradería al Lobo. 

Ambos se tensaron de inmediato. No vieron de dónde salió el sujeto y sin esperar el cambio, fueron tras él. 

Tambaleante y con dificultad, el Lobo caminaba y eructaba a cada paso. 

─Vamos, maldita sea, tenemos que alcanzarlo ─lo apuraba su compañero. 

El Lobo no respondió, pero en su rostro fue evidente el hartazgo ante la empresa. 

Apenas dieron unos pocos pasos más allá de la esquina cuando su cuerpo no pudo más, se apoyó con dificultad en un poste y comenzó a vomitar. 

─¡Carajo! ─gritó Bustamante mientras veía la silueta del sujeto alejarse, estaba ya tan lejos que cada vez le era más difícil distinguirla entre las sombras. 

Estático, miró la escena con incredulidad, mientras el cuerpo del Lobo se retorcía entre arcadas. Un sudor frío se apoderó de él, lo recorría desde las piernas hasta el pecho y hacía que le costara respirar. 

─No tengo tiempo de cuidar borrachos ─concluyó con brusquedad. 

*** 
Departamento de Arciniegas, 14 de julio de 2017. 

La noche se hizo para no dormir, dicen algunos animosos. Desafortunadamente, los malhechores utilizan su manto azabache para llevar a cabo los actos más cruentos que podemos imaginar. 

El pasado 12 de julio, en lo que había sido hasta ese momento una calurosa noche de verano, el barrio de Solano & Cía. vería perturbada su tranquilidad. Fue cuando el comandante Gálvez daba su rondín nocturno sobre la calle “Héroes del 71” que identificó lo que en un primer momento parecía ser un hombre alcoholizado. No fue sino hasta que lo inspeccionó que se encontró con el cuerpo sin vida de Martín N., un trabajador de aproximadamente 40 años, con visibles signos de violencia. 

“Hasta ahora, la investigación indica que no se trató de un robo, pues se encontraban todas sus pertenencias; también se descartó una posible riña, puesto que los vecinos no oyeron ninguna discusión; por último, se desechó una posible venganza, ya que la víctima no cuenta con antecedentes penales. Por ello sospechamos que fue una agresión premeditada y por sorpresa. Sin embargo, se trata de una escena poco común, pues todo indicaría que, aunque se previno, el asesino carece de experiencia, pues el cuerpo de la víctima recibió una cantidad indescriptible de lesiones innecesarias.” 

La autopsia reveló que, si bien la víctima se encontraba en ligero estado de ebriedad, la causa del fallecimiento fue un duro golpe en el cráneo; no obstante, las lesiones incluían las costillas, la clavícula y la nariz rota, además de varios hematomas en las extremidades. 

Sin duda, este terrible caso se suma a la ola de inseguridad que azota al departamento de Arciniegas.

Iván Zayas Hernández


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