En el nombre del Padre
No tenía mucho que dejamos atrás los cuerpos de un escuadrón de Midas, aquellos grupos de desertores que prefirieron llenar sus bolsillos con objetos valiosos, pero cuando éstos dejaron de valer, les fue cada vez más difícil sobrevivir. Nadie hizo el intento por escudriñar entre sus cosas; únicamente los miramos cubiertos de blanco y seguimos, como habíamos hecho ya con anterioridad. Todavía recuerdo los rostros de mis colegas mientras marchábamos. Faltaba poco tiempo para llegar a Sklova, pero lentamente el frío y la hambruna nos cobraban factura. Con el pasar de los días el semblante de mis compañeros se desfiguraba cada vez más, las cuencas de los ojos se hundían, los pómulos comenzaban a marcarse, tanto, que, si alguien nos hubiera visto, pensaría que los muertos se levantaron de entre sus tumbas, desempolvaron viejos rifles y echaron a andar con el único objetivo de caminar en línea recta y quemar todo a su paso. Cualquiera te diría que lo más desolador es la ausencia de espe...